EL DIOS QUE YO CONOZCO

En el juicio final,

los hombres no serán condenados porque creyeron concienzudamente una mentira, sino porque no creyeron la verdad, porque descuidaron la oportunidad de aprender la verdad. No obstante los sofismas con que Satanás trata de establecer lo contrario, siempre es desastroso desobedecer a Dios. Debemos aplicar nuestros corazones a buscar la verdad. Todas las lecciones que Dios mandó registrar en su Palabra son para nuestra advertencia e instrucción. Fueron escritas para salvarnos del engaño. El descuidarlas nos traerá la ruina. Podemos estar seguros de que todo lo que contradiga la Palabra de Dios procede de Satanás.

25.03. Comienzo de la Reforma

Juan Tetzel, un monje dominico, en 1517 se hallaba vendiendo indulgencias por toda Alemania. Oficialmente se hacía para ayudar en la construcción de la catedral de San Pedro, en Roma, lo que parecía ser un digno propósito para la mayoría de las personas; pero en realidad, 50 por ciento del producto de la venta de las indulgencias estaba destinado al pago de una deuda que había contraído Alberto de Brandeburgo, quien había comprado, entre otros, el arzobispado de Mainz.

Como ya se explicó, las indulgencias se vendían basándose en la creencia de que el papa podía sacar de la "tesorería de méritos" - que se suponía que habían sido acumulados por Cristo y los santos - lo necesario de obras buenas para condonar los castigos temporales por el pecado, tanto para los vivos como para las almas en el purgatorio.

Lutero había cuestionado abiertamente durante algún tiempo la validez de las indulgencias, mayormente porque las personas que las compraban creían equivocadamente que estaban comprando el perdón de Dios y el derecho a la absolución.

Para Lutero ese tráfico era un escándalo, pues el perdón es la dádiva gratuita de Dios y no se puede ni comprar ni vender. Dios perdona gratuitamente, como Lutero bien lo sabía por experiencia. No se necesita ningún sacerdocio intermediario ni la iglesia tiene poder para perdonar. Argumentaba que la verdadera tesorería de Cristo es el tesoro de la infinita gracia de
Dios.

Lutero atacó todo el sistema de penitencias e indulgencias en sus "95 tesis" escritas en latín, que colocó en la puerta la iglesia del castillo de Wittenberg el 31 de octubre de 1517. Generalmente se considera que este acontecimiento y esta fecha marcan el comienzo de la Reforma Protestante.

Las "95 tesis" obtuvieron un éxito inmediato inmenso. Lutero mismo quedó sorprendido, y más tarde pensó que si se hubiera dado cuenta del efecto que iban a tener entre la gente quizá no las hubiera redactado.

Seis meses más tarde escribió para disculparse ante el papa; pero la batalla ya había comenzado y Lutero no era hombre capaz de retroceder. Sus adversarios, como Prierias, argumentaban que iglesia estaba en lo correcto y que el papa no se equivocaba.

En el transcurso de la contienda Lutero afirmó poco a poco que tanto el papa como los concilios pueden equivocarse. "Sólo la Palabra de Dios es infalible" - declaraba -, con lo cual quería decir que la autoridad del papa debía ser rechazada (Choisy, Histoire Générale du Christianisme, 4.ª ed. p. 88).

El legado papal, el cardenal Cayetano, pidió a Lutero en Augsburgo, en 1518, que se sometiera a la autoridad del papa; pero Lutero ya se había convertido en un cristiano firme en su fe, y se negó a someterse a cualquier papa. Sólo aceptaba la autoridad de las Escrituras, y por eso dijo: "Antes moriría e iría a la hoguera o al exilio, que ir en contra de mi conciencia" (Id. [ed. de 1923], p. 95).

La actitud de Lutero se parecía mucho a la de Hus, un siglo antes, en el Concilio de Constanza. Esta analogía fue inmediata y astutamente aprovechada en el debate de Leipzig, en 1519, donde Lutero fue interrogado por el Dr. Juan Eck, un humanista profesor de la Universidad de Ingolstadt.

Para entonces la causa de Lutero ya era apoyada por nuevos amigos, entre los que se destacaba Felipe Melanchton (1497-1560), quien acudió para defenderlo.

A pesar de las advertencias de sus amigos, Lutero efectuó ciertas declaraciones que inevitablemente iban a hacer que fuera acusado por la iglesia, tales como: "Al condenar las enseñanzas de Hus acerca de la iglesia, el Concilio de Constanza condenó la verdad" (Id., 4.ª ed., p. 89).

Generalmente se cree que las enseñanzas teológicas de la Iglesia Católica están unificadas; pero la verdad es que antes de la Reforma había en ellas muchísimas discrepancias y una confusión completa.

La Reforma fue, sin duda, lo que finalmente obligó a la Iglesia Católica a revisar y unificar su teología, y lo hizo en el Concilio de Trento (1545 -1563).

Dentro de la iglesia de Roma hay aún una mayor diversidad de pensamiento, aunque sin confusión visible, de lo que captan la mayoría de protestantes y católicos.

Martín Lutero fue el primer reformador evangélico que abrió una senda orientada por la Biblia a través de la selva teológica. No tenía por qué disculparse por el hecho de que él y sus amigos eran "todos, sin saberlo, seguidores de Hus".

El debate de Leipzig claramente clasificó a Lutero junto con el hereje (Hus) que había sido quemado en la hoguera unos cien años antes. Se había separado de la Iglesia Católica Romana y contra ella colocó la Biblia como único guía e intérprete para el cristiano.

En 1520 Lutero defendió sus puntos de vista en una serie de tratados de la Reforma. Los más conocidos de ellos son: (1) La alocución a la nobleza cristiana de la nación alemana, en el que advertía a los príncipes que los tiempos habían cambiado y que debían cooperar con el nuevo movimiento de reforma si querían sobrevivir; (2) El cautiverio babilónico, en el cual Lutero desarrollaba el pensamiento de que el papado debía ser rechazado en su forma de culto y en los sacramentos; y (3) La libertad del cristiano, una exposición mística del hecho de que el cristiano justificado por la fe, es libre, y sin embargo es siervo de Dios y sus hermanos.

En 1520 Lutero fue condenado debido a 41 errores que el Vaticano aseguraba que había encontrado en sus escritos, y fue excomulgado por la bula papal Exsurge Domine.

Se le concedieron los 60 días de rigor para que se sometiera antes de que el decreto se hiciera efectivo; pero en vez de hacerlo, el 10 de diciembre de 1520, ante los profesores y alumnos de la Universidad de Wittenberg, echó en el fuego la bula papal junto con algunos de los escritos que habían apoyado la autoridad del papa, como las Decretales de Isidoro.