En 1521, un año después de que fuera condenado por la iglesia, Lutero fue citado para que se presentara ante la dieta imperial que Carlos V (1519-1556), el joven gobernante que acababa de ser coronado emperador, había convocado para que examinara, entre otros asuntos, la cuestión religiosa.
El luteranismo se había convertido en un asunto importante en Alemania, y como la principal preocupación del emperador era la unidad del imperio, era obvio que la herejía era un grave peligro político y religioso. Lutero ya había sido excomulgado por la iglesia, por lo tanto, el Estado tenía la responsabilidad de ocuparse de él en el aspecto civil y político.
Para entonces el luteranismo había ganado muchísimo la simpatía del pueblo y también de los príncipes de los Estados alemanes. Cuando Lutero supo que se lo emplazaba para que se presentara ante la dieta imperial en Worms, escribió:
"Responderé al emperador que si soy invitado sencillamente para que me retracte, no iré. Si mi retractación es todo lo que se desea, puedo hacerlo perfectamente desde aquí mismo. Pero si me está invitando para que yo muera, entonces iré sin vacilación. Espero que ninguna persona, con la excepción de los papistas, manche sus manos con mi sangre. El anticristo reina. Sea hecha la voluntad del Señor" (Rolando H. Bainton, Here I Stand, p. 179).
Cuando Lutero se presentó ante la dieta el 17 de abril de 1521, se le hicieron dos preguntas: (1) si los libros amontonados ante él eran suyos, y (2) si se retractaba de todos o de parte de sus puntos de vista.
Respondió afirmativamente a la primera pregunta, y en cuanto a la segunda pidió tiempo para reflexionar.
Al día siguiente dio una respuesta que reflejaba su valor como cristiano:
"Puesto que vuestra majestad y vuecencias deseáis una respuesta sencilla, contestaré sin cuernos y sin dientes. Si no se me convence por las Escrituras y por la clara razón, no acepto la autoridad de papas y concilios pues se han contradicho mutuamente. Mi conciencia está sometida a la Palabra de Dios. No puedo retractarme de ninguna cosa, ni lo haré, pues no es correcto ni seguro ir contra la conciencia. Dios me ayude, amén" (Id., p. 185).
Fue un momento dramático. Ese sencillo monje y profesor universitario de origen campesino arriesgó su vida desafiando la autoridad del Estado después de que la iglesia lo había declarado hereje y lo había excomulgado.
Martín Lutero estaba convencido por sobre todo de que no podía hacer nada contra su propia conciencia de la cual estaba "cautivo".
La semilla de la libertad moderna estaba contenida en su acto de humilde obediencia a la voz de su conciencia, y todo el protestantismo se somete junto con él sólo a las Escrituras y reconoce la entrega plena de la voluntad a Cristo.