EL DIOS QUE YO CONOZCO

En el juicio final,

los hombres no serán condenados porque creyeron concienzudamente una mentira, sino porque no creyeron la verdad, porque descuidaron la oportunidad de aprender la verdad. No obstante los sofismas con que Satanás trata de establecer lo contrario, siempre es desastroso desobedecer a Dios. Debemos aplicar nuestros corazones a buscar la verdad. Todas las lecciones que Dios mandó registrar en su Palabra son para nuestra advertencia e instrucción. Fueron escritas para salvarnos del engaño. El descuidarlas nos traerá la ruina. Podemos estar seguros de que todo lo que contradiga la Palabra de Dios procede de Satanás.

23.03. Juan Wyclef (c. 1320-1384)

Los sucesos del continente europeo habían tenido repercusión en Inglaterra, en donde se resistía intensamente la interferencia del papa en los asuntos nacionales.

El desagrado de Inglaterra fue especialmente pregonado por Juan Wyclef, educado en Oxford y posteriormente profesor en esa universidad. Oxford finalmente se transformó en el baluarte del movimiento de reforma de Juan Wyclef.

Al principio ganó reputación como filósofo especulativo, y más tarde como líder en el campo de la política eclesiástica.

En la década de 1370-1380 inició un movimiento cuyo propósito era suprimir los abusos de la iglesia.

En 1365, cuando el papa, que entonces estaba en Aviñón, impuso una contribución a Inglaterra por tributos atrasados durante 33 años, Wyclef se convirtió en el paladín de su país para oponerse a esa pretensión.

Argumentó que Inglaterra no sólo tenía el derecho de no prestar atención al reclamo del papa Urbano V sino que debían devolverse a Inglaterra los fondos que habían sido mal administrados por la iglesia, y que, además, Inglaterra debía tomar la iniciativa para imponer ciertas reformas en la iglesia.

Mientras Wyclef estaba en Oxford mencionó en varias ocasiones, especialmente en sus Sermones, la gran impresión que le había causado la lectura de la Biblia y cómo le había abierto sus ojos para comprender la condición de la iglesia.

La mayoría de sus ideas fueron presentadas en su Summa Theologiae, y más especialmente en su De Civili Dominio.

Protestaba fuertemente contra el sistema de impuestos de Aviñón, y declaraba que la iglesia no debía actuar como un gobierno temporal o civil. Wyclef tenía el temperamento y el valor de un reformador.

Atacaba la doctrina de la transubstanciación y proclamaba la autoridad única de las Escrituras. Pero fue su concepto de la iglesia lo que más influyó para que el papa buscara los medios de eliminar esa crítica del proceder papal.

La situación financiera de la iglesia convenció a Wyclef de que ella debía buscar la pobreza antes que el poder. Sus ideas coincidían con tendencias similares que había en la Europa continental, donde la pobreza era considerada como una virtud, y la riqueza, particularmente el dinero, como "la raíz de todos los males".

Afirmaba que cuanto menos se ocupara la iglesia de dinero tanto mejor estaría espiritualmente.

Los franciscanos, los espirituales, los valdenses y los Hermanos de la Vida Común consideraban, como Wyclef, que la riqueza era la causa de la corrupción.

Wyclef definía la iglesia como la comunidad de los que están predestinados para la bienaventuranza; y enseñaba que ninguno de los que están eternamente perdidos tiene parte alguna en ella; que no hay sino una iglesia universal, y Cristo es su cabeza; que la iglesia continúa existiendo aunque no tenga cabeza visible; pero que debe haber un liderazgo humano de la debida clase, y que el dirigente legítimo no es el que escogen los cardenales sino el "elegido" por Dios.

Advertía Wyclef que si un elector no está entre los elegidos, entonces podría escoger a un falso conductor, a un anticristo.

El verdadero dirigente es aquel cuyas enseñanzas y cuya vida siguen más de cerca a las de Cristo, cuyo reino no es de este mundo.

Estas ideas acerca de la iglesia se destacan en los últimos capítulos de la Summa, titulados, "Acerca de la simonía", "Acerca de la apostasía" y "Acerca de la blasfemia".

Wyclef tradujo el NT al inglés tomando como base la Vulgata. La traducción del AT fue obra de Nicolás de Hereford.

Wyclef organizó un movimiento popular de evangelismo, y enviaba sacerdotes y laicos de dos en dos, descalzos pero sin que estuvieran sometidos a votos, para que predicaran por todas partes en Inglaterra.

Esos enviados, a los que Gregorio IX llama en una bula "los lolardos" (sembradores de cizaña), sobrevivieron a Wyclef y pusieron el fundamento para la Reforma inglesa posterior.

Un contemporáneo afirmaba: "Cada hombre instruido con que te encuentres es un lolardo".

Los discípulos de Wyclef con frecuencia eran llamados hombres de la Biblia.