La influencia de Wyclef se extendió mucho más allá de su propio país. Se hizo sentir especialmente en Bohemia. Juan Hus fue el más fiel de los discípulos de Wyclef, pues siguió sus enseñanzas casi literalmente.
Hus era un erudito, un profesor de la Universidad de Praga, elocuente predicador y ardiente patriota.
Estaba determinado, como Wyclef, a reformar la iglesia, especialmente las costumbres del clero. También escribió un ensayo acerca de las funciones de la verdadera iglesia. En el debate de 1412 acerca de las indulgencias, citó a De Ecclesia, de Wyclef.
Hus protestó con gran vehemencia cuando el papa Juan XXIII (más tarde omitido de las listas como falso papa) ofreció una indulgencia plenaria a todos los que combatieran contra el rey de Nápoles, argumentando que la iglesia no debe ocuparse de guerras, y que, además, el papa no tenía derecho a vender el perdón de sus pecados.
Al referirse a estos temas, sus sermones son también una reproducción exacta de los de Wyclef.
Cuando Hus fue condenado por el papa, declaró que Dios era su protector, la única cabeza de la iglesia.
Cuando fue llamado ante el Concilio de Constanza en 1415, Hus llevaba un salvoconducto imperial; pero rehusó retractarse de sus supuestos "errores" a menos que se lo convenciera con las Escrituras.
Afirmó:
"Sin mentir ante mi conciencia, no puedo considerar que he cometido los errores de los cuales soy acusado".
Hus proclamaba como Wyclef que la Biblia era la única autoridad en asuntos de que la iglesia estaba constituida por los verdaderos creyentes, los elegidos, y que el papa no era infalible.
Hus, tildado de hereje peligroso, fue quemado vivo en 1415.