Hay también dos fuentes documentales cristianas que dicen qué sucedía cuando se reunían los cristianos para adorar a su Señor. Una es el documento anónimo la Didachê. Esta no da la secuencia u orden del servicio formal de culto, pero sí proporciona abundante información en cuanto a lo que hacían los cristianos a mediados del siglo II.
La otra fuente documental es la Primera apología (67) de Justino Mártir, dirigida al emperador romano Antonino Pío (138-161 d. C.). Se presenta una clara descripción en la que se sigue el orden de un culto cristiano tal como se celebraba en ese tiempo en la ciudad de Roma, que probablemente era similar a los cultos realizados en otras partes.
Los cristianos eran una secta ilegal que no podía poseer ninguna propiedad. Por lo tanto se reunían en los hogares de sus miembros (Rom. 16:5; 1 Cor. 16: 19; Col. 4:15) o en lugares alquilados. Las reuniones, por lo menos en los tiempos de persecución, se celebraban muy de mañana (Plinio), quizá para evitar ser descubiertos.
Las reuniones semanales estaban destinadas principalmente a los miembros de iglesia o para los que estaban sinceramente interesados. En los primeros días quizá se hacía poca propaganda pública para las reuniones cristianas, y se procuraba que no hubiera una asamblea pública general. Plinio describe las reuniones para el culto como celebradas "en cierto día fijo" (Cartas x. 96), pero no identifica el día.