EL DIOS QUE YO CONOZCO

En el juicio final,

los hombres no serán condenados porque creyeron concienzudamente una mentira, sino porque no creyeron la verdad, porque descuidaron la oportunidad de aprender la verdad. No obstante los sofismas con que Satanás trata de establecer lo contrario, siempre es desastroso desobedecer a Dios. Debemos aplicar nuestros corazones a buscar la verdad. Todas las lecciones que Dios mandó registrar en su Palabra son para nuestra advertencia e instrucción. Fueron escritas para salvarnos del engaño. El descuidarlas nos traerá la ruina. Podemos estar seguros de que todo lo que contradiga la Palabra de Dios procede de Satanás.

10.3. EL ORDEN DEL SERVICIO - I

El servicio era muy sencillo, con un mínimo de programación o formalismo.
La reunión comenzaba con un canto congregacional, en el que sin duda se empleaban los salmos (Efe. 5:19), y quizá salmodiaban o recitaban alguna sencilla declaración de fe cristiana, lo que quizá sugieren algunos pasajes de las Escrituras como 1 Tim. 3:16; 2 Tim. 2:11-13.
Plinio informa que "se comprometían con un solemne juramento a no hacer ningún acto malo, a no cometer nunca fraude, robo o adulterio, a nunca falsear su palabra, a no desconocer un
crédito" (Ibíd.).
Según Justino Mártir (Primera apología 67), había una lectura de las Escrituras, lo que en el tiempo cuando escribió Justino (152 ó 153 d. C.) incluía por lo menos partes del Nuevo Testamento.
Esa lectura bíblica no era evidentemente sólo un pasaje o dos, sino más bien largas porciones. Se entenderá fácilmente la razón de esto si se recuerda que en ese tiempo todas las copias de las Escrituras se hacían a mano, y que eran pocos los miembros de la iglesia que las poseían. El conocimiento bíblico de casi todos los cristianos era obtenido de las lecturas que oían.
La lectura era seguida por comentarios de las porciones escogidas, lo que era hecho por una persona nombrada para ese día; sin duda generalmente por el anciano principal, si estaba presente en esa reunión, o por uno de los ancianos asociados.
Cuando terminaba el sermón, la congregación se ponía de pie y oraba.