Una comparación de este culto cristiano primitivo con los celebrados en las sinagogas judías revela parecidos tan notables, que es correcto llegar a la conclusión de que en muchos aspectos el orden del culto cristiano fue una imitación del judío.
Por lo que dice Plinio, parece que después de realizarse esta parte del servicio, se despedía a la congregación. Luego de un breve intervalo, se reunían nuevamente sólo los que eran miembros bautizados de la iglesia y celebraban la Cena del Señor. Según Justino Mártir, en este momento se recogían las ofrendas.
Es difícil saber hasta qué punto se empleaba para la comida de confraternidad lo que se traía como ofrenda.
Según 1 Cor. 11:18-22, los miembros traían su propio alimento para comer en la ágape que precedía a la Cena del Señor.
Justino Mártir parece insinuar que algunas de las cosas que se llevaban como ofrendas se usaban en la Cena del Señor. Se llevaba algo del pan y del vino de la cena a los enfermos. Dinero, alimentos y vestidos que se habían entregado en las ofrendas se distribuían a los forasteros, los pobres y los que estaban en prisión por causa de su fe.
La responsabilidad de la distribución descansaba sobre el anciano presidente. Parece que durante muchos años, por lo menos algunos de los cristianos de origen judío continuaron reuniéndose sábado tras sábado en las sinagogas judías (Hech. 15:21). Es comprensible que no desearan separarse de sus hermanos judíos.
Más añadiduras y complicaciones del culto cristiano aparecen en documentos posteriores, tales como los escritos de Tertuliano (comienzos del siglo III) y en la obra anónima llamada Constituciones apostólicas, que contiene materiales de los siglos III d. C.