El siguiente es un argumento sumamente interesante:
Se afirma que la tradición tuvo que ser aceptada como autoridad para ciertas prácticas seguidas en la iglesia a comienzos del siglo III, para las cuales, se reconoce, no hay autoridad bíblica. Después se dice que estas prácticas son auténticas porque la iglesia las sigue. Luego se afirma la autoridad de la tradición porque la iglesia las sigue basada en una autoridad tradicional.
La atrevida lista de Tertuliano de las cosas que la iglesia de sus días hacía basándose en la tradición, nos da una idea de hasta dónde había llegado la iglesia en el siglo III, apartándose de la base de las Escrituras.
De allí en adelante se hizo mucho más basándose en la tradición.
Cuando la iglesia aceptó esa autoridad no bíblica, se abrieron las compuertas para que entrara una inundación casi interminable de rituales sin base bíblica y de enseñanzas erróneas.
Estas se posesionaron de la iglesia no sólo en la Edad Media, sino que hasta han llegado a los tiempos modernos; y no sólo en las más antiguas iglesias ritualistas, sino también, en cierta medida, en las iglesias más evangélicas.
Aún sigue en pie esta verdad:
"En vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres" (Mateo 15:9).