En el caso de la mayor parte de las actividades de la iglesia consignadas en el relato inspirado, hay claras indicaciones de planificación y supervisión administrativa.
Los apóstoles al principio estuvieron en Jerusalén, y quedaron allí aun durante la persecución que se produjo a partir del apedreamiento de Esteban.
Desde Jerusalén enviaron a Pedro y a Juan para que ayudaran a Felipe en Samaria.
Cuando Pedro se relacionó con Cornelio, los hermanos de Jerusalén se alarmaron y pidieron que Pedro respondiera ante ellos. Y cuando tuvo que decidirse hasta dónde debía exigirse que los gentiles se sometieran al ritual - un grave asunto -, los hermanos convocaron un concilio más o menos representativo en Jerusalén, y desde allí comunicaron a las iglesias la decisión que se había tomado.
Todo esto indica que los apóstoles reconocían la validez de referir los problemas de interés general a una autoridad superior a la de las congregaciones locales.