No se sabe si alguien dio instrucciones específicas a los varones de Cirene y de Chipre para que fueran a Antioquía de Siria en una misión de evangelismo, pero la obra de ellos fue considerada con aprobación por Bernabé. Cuando se creyó que era provechoso sacar ventaja del éxito de esa misión, Bernabé viajó a Cilicia y llevó a Pablo para que trabajar en Antioquía.
No se menciona que hubiera ancianos y diáconos en la iglesia de Antioquía. Los que enviaron a Pablo y Bernabé en su famoso primer viaje misionero, fueron profetas y maestros, hombres con dones específicos del Espíritu (Hech. 13:1-3). No se declara si los hermanos de Antioquía indicaron a Bernabé y a Pablo la ruta que debían seguir; antes bien se recibe la impresión de que eran guiados por el Espíritu. Es muy claro que en su segundo viaje Pablo experimentó esa dirección, porque se le impidió que entrara en ciertas provincias mientras iba en ese viaje (Hech. 16:7).
El Espíritu Santo es, sin duda alguna, el supremo Guía divino para la iglesia.
Los varones dirigidos en forma señalada por el Espíritu -apóstoles, profetas, maestros y evangelistas- presidían activamente la iglesia. Los diáconos, debido a su función, estaban nombrados para supervisar la distribución de los bienes y del alimento a los miembros de la iglesia en Jerusalén; su función era esencialmente administrativa. Pero con la bendición del Espíritu, demostraron ser también evangelista de éxito.
Por lo tanto, en los días del comienzo de la iglesia no se puede descubrir ninguna clara división entre los ancianos y diáconos como administradores, y los apóstoles, profetas, maestros y evangelistas como hombres guiados por el Espíritu Santo.
Sin embargo, en años posteriores se hizo una clara distinción entre esas dos clases de funcionarios de la iglesia. Los ancianos y los diáconos aumentaron en poder administrativo e influencia, y los hombres dirigidos en forma especial por el Espíritu no sólo llegaron a ser menos numerosos sino que - como es evidente por los escritos de cristianos posteriores - en realidad perdieron prestigio.
No se menciona que hubiera ancianos y diáconos en la iglesia de Antioquía. Los que enviaron a Pablo y Bernabé en su famoso primer viaje misionero, fueron profetas y maestros, hombres con dones específicos del Espíritu (Hech. 13:1-3). No se declara si los hermanos de Antioquía indicaron a Bernabé y a Pablo la ruta que debían seguir; antes bien se recibe la impresión de que eran guiados por el Espíritu. Es muy claro que en su segundo viaje Pablo experimentó esa dirección, porque se le impidió que entrara en ciertas provincias mientras iba en ese viaje (Hech. 16:7).
El Espíritu Santo es, sin duda alguna, el supremo Guía divino para la iglesia.
Los varones dirigidos en forma señalada por el Espíritu -apóstoles, profetas, maestros y evangelistas- presidían activamente la iglesia. Los diáconos, debido a su función, estaban nombrados para supervisar la distribución de los bienes y del alimento a los miembros de la iglesia en Jerusalén; su función era esencialmente administrativa. Pero con la bendición del Espíritu, demostraron ser también evangelista de éxito.
Por lo tanto, en los días del comienzo de la iglesia no se puede descubrir ninguna clara división entre los ancianos y diáconos como administradores, y los apóstoles, profetas, maestros y evangelistas como hombres guiados por el Espíritu Santo.
Sin embargo, en años posteriores se hizo una clara distinción entre esas dos clases de funcionarios de la iglesia. Los ancianos y los diáconos aumentaron en poder administrativo e influencia, y los hombres dirigidos en forma especial por el Espíritu no sólo llegaron a ser menos numerosos sino que - como es evidente por los escritos de cristianos posteriores - en realidad perdieron prestigio.