EL DIOS QUE YO CONOZCO

En el juicio final,

los hombres no serán condenados porque creyeron concienzudamente una mentira, sino porque no creyeron la verdad, porque descuidaron la oportunidad de aprender la verdad. No obstante los sofismas con que Satanás trata de establecer lo contrario, siempre es desastroso desobedecer a Dios. Debemos aplicar nuestros corazones a buscar la verdad. Todas las lecciones que Dios mandó registrar en su Palabra son para nuestra advertencia e instrucción. Fueron escritas para salvarnos del engaño. El descuidarlas nos traerá la ruina. Podemos estar seguros de que todo lo que contradiga la Palabra de Dios procede de Satanás.

9.02. EL BAUTISMO - II

En la gran comisión que Jesús dio a sus discípulos, les ordenó que bautizaran a los conversos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; pero con frecuencia se registra el bautismo administrado en el nombre de Jesús, como la figura central de la presentación del plan de salvación.

Esto no significa que no se usaba la fórmula bautismal regular de la comisión. Significa sencillamente que se destacaba el nombre de Jesús en la obra del Evangelio. El bautismo era por inmersión, y desde los primeros casos, como los bautismos del etíope y de Cornelio en Cesarea, efectuados por Felipe y Pedro respectivamente, era una ceremonia sencilla desprovista de un ritual complicado. En cada caso de bautismo que se registra, se daba instrucción antes de administrar el rito.

Sin embargo, no mucho después de la era apostólica se produjeron en la iglesia notables cambios en el rito del bautismo. No sólo se transformó en toda una ceremonia la administración del bautismo, sino que su significado y aun la forma del rito sufrieron un cambio. A mediados del siglo II, el autor de la Didachê (o Didajé) escribió que para el bautismo sólo debe usarse agua viva, es decir, que corra; y que si no es posible bautizar en agua en movimiento o en agua detenida, es permitido derramar agua sobre la cabeza del candidato (Didachê 7).

Aquí hay un cambio profundo en la comprensión del significado del rito, porque derramar agua nunca puede representar adecuadamente la muerte al hombre viejo de pecado y la resurrección a novedad de vida simbolizadas por la inmersión, como lo enseña Pablo:

"¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva"(Romanos 6: 3-4).

La Didachê también pide una triple inmersión, una añadidura que sin duda se usó desde antiguo en la ceremonia. Tertuliano (c. 225 d. C.) habla de la triple inmersión practicada en sus días como una “señal más amplia” del voto bautismal, y acompaña su afirmación con una descripción de una ceremonia bautismal muy complicada (De Corona 3).

En esos mismos tiempos se estaba efectuando un cambio mucho más significativo en la práctica y el significado del bautismo. Tertuliano sostenía a comienzos del siglo III que no había necesidad de bautizar a los párvulos, porque el bautismo no era necesario para su salvación. Prefería un bautismo “cuando han llegado a conocer a Cristo” (De baptismo 18). El hecho de que se opusiera al bautismo de los párvulos, señala que se practicaba en ese tiempo.

Orígenes (m. c. 254), contemporáneo más joven de Tertuliano, declaró que el bautizar a los niños era una “tradición de los apóstoles” (Comentario sobre Romanos, v. 9).

Y Cipriano instaba, casi al mismo tiempo, que el bautismo no debía ser negado a un párvulo “que se acerca con más facilidad, por esta misma razón, a la recepción del perdón de pecados; que a él le son perdonados, no sus propios pecados, sino los pecados de otro” (Epístola 58, A Fidus).

Este concepto de que el bautismo lava el pecado original heredado de Adán se convirtió, especialmente en el Occidente, en la razón dominante para administrar el rito a los niños.

El bautismo llegó a ser considerado como un rito salvador. Se creía que el pecador estaba condenado si no recibía el bautismo. De este modo el bautismo se transformó de un sencillo rito simbólico, con un profundo significado interno espiritual, en un sacramento.¹

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¹ "Sacramento" del latín sacramentum, que deriva del verbo sacro, "dedicar", "consagrar", "apartar como santo". Sacramentum se refería a un acto o a una declaración que recibía un significado que iba más allá del que normalmente tenía en sí mismo. En el siglo I d. C., sacramentum se refería al juramento que prestaban los soldados romanos cuando se alistaban. Plinio (Cartas x. 96) usa este vocablo para describir una promesa de lealtad a Cristo que los cristianos de comienzos del siglo II tenían la costumbre de hacer en relación con la celebración de la cena del Señor. Quizá debido a la relación de este juramento con la cena, finalmente todo el servicio llegó a ser llamado sacramentum, en castellano sacramento. Los antiguos padres cristianos usan el término para referirse a varios aspectos de la vida cristiana. Por eso Tertuliano llama sacramentos a la fe, la resurrección, la pascua, la salvación y aun el báculo de Eliseo, pues lo hace en el sentido original de la palabra. También aplica el vocablo a la Cena del Señor y al bautismo (ver Contra Marción i. 28; iv. 40). Llegó a pensarse en estas dos ceremonias, y en algunas otras, como emblemas que conferían gracia divina, y que por lo tanto tenían poder de justificar al que los recibía. El término "sacramento" logró en esa forma, su significado histórico: un emblema sagrado que produce gracia, o según las palabras del Concilio de Trento "un símbolo de algo sagrado, una forma visible de gracia invisible que tiene el poder de santificar" (Sesión XIII, cap. 3; cf. Enciclopedia Espasa, art. "Sacramentos"). La definición protestante más reciente a veces aplica "sacramento" a la Cena del Señor y al bautismo sencillamente como símbolos de verdades espirituales, pero que no imparten al alma un carácter religioso ni altera la condición del cristiano ante Dios. Sin embargo, aquí se usa el término en su sentido histórico.