El catolicismo centralizó sus enseñanzas en el Concilio de Trento y fortaleció el poder del papa mediante la proclamación de la infalibilidad papal en 1870; mientras tanto los protestantes han estado obsesionados con el sueño de una federación de todas las iglesias.
Ha ido creciendo la convicción de que las diferencias que existen no deberían impedir que las grandes denominaciones y las llamadas iglesias históricas se unan, consoliden sus recursos y lleven a cabo un programa común de actividades locales y en el extranjero.
La iglesia cristiana ha estado dividida desde sus comienzos debido a la herejía y la idolatría internas y a la oposición externa. Los dos grandes golpes contra la unidad de la cristiandad ocurrieron en el siglo XI, cuando se dividieron el Oriente y el Occidente, y en el siglo XVI, cuando la Reforma quebrantó a la Iglesia Católica occidental.
Las divisiones dentro del protestantismo son tan grandes hoy día, que los líderes del ecumenismo -el movimiento en pro de la unión de las iglesias- no piensan ahora en tratar de unir todas las denominaciones; su propósito principal es circunscribirse a la unidad de las "iglesias" y no de la "iglesia". El ecumenismo pretende que las iglesias se respeten mutuamente, que cooperen en proyectos de beneficencia y misión, y que juntas -sin anular sus "tradiciones" respectivas- luchen por el bienestar físico, político, social y espiritual de todo el mundo.
El intento de unir el protestantismo comenzó en Escocia en 1846 con la creación de la Alianza Evangélica, cuando aceptaron la exhortación a la unidad 200 clérigos pertenecientes a 217 denominaciones diferentes, todas las cuales pretendían formar parte del protestantismo ortodoxo. Otro esfuerzo similar fue la Alianza de Jóvenes Cristianos, con sede en Ginebra. La Unión del Esfuerzo Cristiano Mundial formó una federación de jóvenes cristianos en 1895. Muy significativa fue la Federación Mundial de Estudiantes Cristianos, fundada en 1895 por Juan R. Mott.
El movimiento ecuménico del siglo XX comenzó en 1910 con su primera reunión celebrada en Edimburgo. Juan R. Mott fue quien organizó y presidió esta conferencia misionera mundial. En esa ocasión se trató la necesidad urgente de un esfuerzo cristiano unido, especialmente en lo que se refería a las misiones. También se hicieron planes para una asamblea de Fe y Orden, que fue cancelada pues la Primera Guerra Mundial hizo imposible que se reunieran los delegados.
La conferencia de Lambeth en 1920, en la que tomaron la iniciativa los anglicanos, proclamó una exhortación en pro de la unidad de los cristianos. En 1925 se reunió en concilio el Consejo Cristiano Universal para Vida y Obra; su patrocinador fue el talentoso obispo sueco, el luterano Natán Söderblom. En 1927 se reunió en Lausana, Suiza, la conferencia mundial de Fe y Orden.
En 1937 se celebraron dos reuniones, una conferencia de "Vida y Obra" en Oxford (que destacaba el cristianismo práctico), y una conferencia de "Fe y Orden" en Edimburgo, presidida por el pastor francés Marcos Boegner. En una conferencia similar celebrada en Utrecht, en 1938, los clérigos dirigentes fueron el arzobispo William Temple y Juan R. Mott.
Una importante asamblea ecuménica se reunió en 1948, en Amsterdam, con el lema: "El desorden del hombre y el propósito de Dios". Asistieron 450 delegados; allí fue donde oficialmente comenzó su existencia el Consejo Mundial de Iglesias. Muchas entidades religiosas no estuvieron presentes, como los unitarios, luteranos (sínodo de Misuri), los adeptos a la Ciencia Cristiana, los mormones, bautistas del sur, adventistas del séptimo día y, por supuesto, los católicos romanos. Aunque es concebible que el ecumenismo pueda unir las iglesias por lo menos exteriormente, hay obstáculos internos fundamentales que parecen casi insuperables.
Desde la Asamblea General del Concilio Mundial de Iglesias en 1961, en Nueva Delhi, India, cuando la mayoría de las iglesias ortodoxas se reunieron con el Concilio Mundial, ha habido un más grande interés para que la Iglesia Católica, que tiene unos 700 millones de miembros, se una en el futuro al Concilio Mundial de Iglesias.
La sexta asamblea, celebrada en Vancouver, Canadá, en 1983, tuvo delegados de 301 iglesias miembros del Concilio Mundial. Se destacó allí la importancia de fortalecer la comunidad ecuménica entre las iglesias, con el fin de llegar a una teología vital y coherente que incorpore la rica diversidad de enfoques teológicos que surgen de las variadas experiencias de las iglesias de todo el mundo.