Fue en el aspecto político donde la Iglesia Católica Romana tuvo dificultades con los arrianos germanos.
El Imperio de occidente sufrió una grave crisis económica en el período de Constantino y de sus mediatos sucesores. Hubo inundaciones, sequías, guerras locales y problemas de puestos y de escasez de trabajadores, que resultaron en un quebrantamiento de la economía agrícola, y como resultado miles de hectáreas de tierra quedaron sin cultivar.
El comercio del Mediterráneo fue gravemente estorbado por la guerra, especialmente por la piratería de los vándalos merodeadores del norte de África.
El costo de sostener una burocracia incompetente y sobornable había llegado a ser tan enorme, que se hizo necesario imponer elevados impuestos a comunidades enteras.
Las autoridades municipales eran las responsables de cobrar esas gravosas torsiones, y cuando no podían hacerlo eran sometidas a severos castigos; por lo tanto, frecuentemente huían de las ciudades y se convertían en fugitivos en remotos distritos rurales, en donde a menudo se sometían a la protección de los ricos propietarios de tierras que aún quedaban. Este fue en el aspecto económico el comienzo del feudalismo.
Esta situación permitió que los germanos se infiltraran en masa en el Imperio Romano Occidental. La población sufría penurias económicas a manos del gobierno, por lo cual resistió muy poco la llegada de los germanos; y aun llegó a abrigar la esperanza de que con el colapso del gobierno central y la formación de administraciones locales creadas por los condes germanos, sepodría disfrutar de cierto alivio económico y político.
La situación constituía, por supuesto, un problema para la Iglesia Católica Romana y sus obispos. Con el colapso de las autoridades provinciales y municipales, los obispos católicos quedaron en muchos casos como los dignatarios más influyentes, y gente recurría a ellos en busca de liderazgo.
En más de una ocasión el obispo servía como alcalde o gobernador provincial, y de vez en cuando hasta se hacía cargo de las fuerzas armadas locales. Los caudillos de las tribus germanas invasoras tentaban el título de condes, y por esta razón se convirtieron en rivales políticos y religiosos de los obispos católicos romanos.
En muchos casos las dificultades finalmente se resolvían con la cooperación del obispo y del conde. Llegó a convertirse en una práctica común el celebrar concilios provinciales mixtos, en los cuales participan juntos los obispos y los nobles. En esos concilios se trataban problemas eclesiásticos, políticos y económicos.
La vida y la política romanas del Occidente gradualmente convirtieron en la vida y la política romano-germánicas. La cultura asumió, pues, un nuevo cariz. La destrucción o conversión de las tribus germanas arrianas, eliminó también algunas de las causas de diferencia. Gradualmente se fue reconociendo una división de poder y de influencia, y comenzó a emerger la cultura europea occidental de una combinación de las culturas germana y latina.
Debe señalarse que en gran medida fue la iglesia la que preservó aquellos elementos de la antigua cultura romana que sobrevivieron a la confusión, la rapiña y la destrucción de los siglos V y VI. Podría decirse que en general, sólo en los monasterios se conservó la luz del conocimiento.
Los alemanes siguieron como dirigentes políticos. En muchos casos también fueron los obispos y abades de los monasterios, aunque eso no ocurrió con tanta frecuencia en Italia.
Los dirigentes de las tribus alemanas se convirtieron en “reyes”, incluso de grupos de provincias romanas. Estos dirigentes nunca tomaron para sí el título de emperador, pero su lealtad para con el emperador romano de Constantinopla era tan sólo nominal.
Naturalmente los obispos y abades buscaban en los reyes alemanes el liderazgo político. Pero al mismo tiempo, junto con los obispos romanos que quedaban, buscaban la dirección del papa de Roma en asuntos eclesiásticos.
El hecho de que no hubiera emperador en el Occidente después de ser expulsado del trono Rómulo Augústulo en 476 d. C., evidentemente dio al papado una inmejorable oportunidad para ocupar la vacante que se produjo.
El fundamento de las pretensiones que tenía la iglesia para ocupar el poder fue, en realidad, el traslado de la capital del imperio de Roma a Constantinopla, hecho por Constantino, lo cual dejó un gran vacío en Occidente.
Un monje de fines del siglo VIII tomó este traslado de la capital imperial como base para redactar un documento que tituló la Donación de Constantino, en el cual se afirma que éste había dejado en herencia al papa no sólo la autoridad eclesiástica en Occidente sino un amplio poder político y posesiones, lo que lo convertiría virtualmente en el gobernante de Occidente.
Y esto fue lo que realmente pretendieron ser los papas durante la Edad Media.