En cuanto a los alcances de la predicación del Evangelio a fines del siglo I, ya se ha presentado un panorama al tratar la obra de los apóstoles.
Los registros del siglo II no son claros. En el último tercio del siglo II había una próspera congregación cristiana en el valle del Ródano, de la Francia actual, y al mismo tiempo prosperaba el cristianismo en el Oriente.
A comienzos del siglo III había progresos visibles del cristianismo en el norte del África y se había extendido algo en España e Inglaterra.
A comienzos del siglo IV se habían establecido iglesias a lo largo del río Rin. Informes incidentales que se hallan en los escritos de los cristianos primitivos muestran una propagación gradual del cristianismo, lo que significó el establecimiento de iglesias, y a veces su extinción debido a la persecución.
Al mismo tiempo se describe una sociedad que lentamente comenzaba a cristianizarse. Cuando fue legalizado el cristianismo, los cristianos sin duda podían contarse por millones, y se usaron edificios de iglesia desde el siglo III en adelante.
Es evidente que las iglesias no eran establecidas con la pureza del cristianismo apostólico, sino con la naturaleza y la complejidad de las apostasías en que había caído la iglesia.
El agua no puede alcanzar un nivel más alto que el de su fuente.
Las nuevas iglesias siguieron naturalmente a las que les habían dado existencia y las habían nutrido.