La palabra "tradición" (Gr. παραδοσις paradosis) en sí misma no tiene un mal significado.
παραδοσις paradosis significa "transmisión", "entrega".
Pablo aconsejaba a los creyentes de Tesalónica a retener "la doctrina [Gr. παραδοσις paradosis] que habéis aprendido" (2 Tes. 2:15), y les advertía que no tuvieran comunión con cualquiera que no anduviera "según la enseñanza [Gr. παραδοσις paradosis] que recibisteis de nosotros" (2 Tes. 3:6).
Pablo expresó estos conceptos porque es evidente que algunos se habían presentado a los tesalonicenses con una carta que decían que era de Pablo, acerca del inminente advenimiento de Cristo (2 Tes. 2:2).
Las "tradiciones" que Pablo mantenía como dignas de confianza eran sus propias enseñanzas orales por las cuales los tesalonicenses debían probar cualquier supuesto mensaje suyo, usando también las cartas que verdaderamente eran de él.
Pero Pablo advirtió a los creyentes de Colosas que no se dejaran engañar "por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones [Gr. παραδοσις paradosis] de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo" (Col. 2: 8).
Pedro (1 Pedro 1:18) recordó a los que se habían convertido a Cristo mediante su ministerio, que estaban salvados por el poder de Cristo de la "vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres" [Gr. πατροπαραδοτος patroparadotos "recibir como tradición de padres"].
Más clara es aún la condenación que hace Cristo de la tradición.
Cuando le preguntaron por qué permitía que sus discípulos quebrantaran "la tradición de los ancianos" (Mat. 15:2), él colocó la autoridad de la ley de Dios por encima de la tradición y mostró que la tradición de los judíos los había llevado a quebrantar los mandamientos de Dios:
"Respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición" (Mateo 15:3-6).
Citó a Isaías (cap. 29: 13, tal como se conserva hasta hoy en la LXX) como si hablara en nombre de Dios:
"En vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres" (Mat. 15:9);
y pronunció esta sentencia:
"Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada" (Mat. 15:13).
Estableció claramente que las Escrituras "dan testimonio" de él (Juan 5:39) y usó los escritos del Antiguo Testamento para confirmar su mesianismo cuando habló con sus discípulos después de su resurrección:
"Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían... Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos" (Lucas 24:27, 44).
Pablo entendía que las Escrituras son suficientes para la salvación y para la edificación del cristiano:
"y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redarg:uir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2 Tim. 3:15-17).
Juan amonesta duramente a cualquiera que intentara añadir o suprimir a las palabras del libro del Apocalipsis, que le fue dado por inspiración:
"Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro" (Apocalipsis 22:18-19).