Es difícil saber cuáles ideas gnósticas eran aceptadas en los diferentes sectores y cuáles eran practicadas en forma general. Es casi tan difícil encontrar un común denominador aplicable a todas las formas de gnosticismo, como lo es hallar un común denominador para todas las formas de hinduismo o de cristianismo. Pero las siguientes ideas parecen haber sido típicas
1. Detrás de cada cosa que pudiera conocerse o imaginarse, estaba un dios supremo, un espíritu divino. Ese dios era una esencia completamente espiritual e incorpórea. Algunos gnósticos enseñaban que su dios no tenía esencia ni persona. Aplicaban al concepto términos como αβυσσος abussos, "abismo", y βυθος buthos, "profundidad".
2. Procedentes de ese dios supremo, decían, se habían originado a través de incontables siglos una sucesión de emanaciones llamadas αιωνας aiônas, eones, que eran expresiones del principio originador y servían para hacerlo menos incomprensible. Tomadas en conjunto, esas emanaciones que habían surgido eran llamadas πληρωμα plêrôma, "plenitud".
3. Todo esto, a lo que la esencia divina estaba dando expresión, contenía en perfección el principio divino de luz. Pero también había un principio de oscuridad que luchaba con la luz procurando hallar un lugar en el universo de luz y esperando vencerlo finalmente. Si tal cosa hubiera de suceder, sería un inimaginable eclipse de todas las cosas. Finalmente, uno de los eones cayó del πληρωμα plêrôma.
4. Como consecuencia de esa difícil situación, resultó la creación de la materia de la mezcla del eón caído con el mundo inferior de oscuridad. La materia era amorfa, disforme, caótica, impregnada de oscuridad y, por lo tanto, mala. El demiurgo una fuerza cósmica casi inconsciente identificado por algunos gnósticos con el Jehová del Antiguo Testamento, dio forma a esa mala materia, y resultó el mundo material. El mundo, pues, siendo material, era esencialmente malo y estaba regido por una fuerza más o menos mecánica.
5. La caída del eón [αιωνα aiôna] y la formación de un mundo malo necesitaban un acto de salvación. Esto fue emprendido por otro eón [αιωνα aiôna], identificado como Cristo. El descendió al nivel del mundo imperfecto, se unió transitoriamente con el hombre Jesús, quizá en ocasión de su bautismo, y permaneció con él hasta poco antes de su muerte. El eón-Cristo cumplió la obra de la salvación rescatando al eón caído, extrayendo la luz de la oscuridad de este mundo y revelando mediante Jesús un conocimiento oculto (gnosis), mediante el cual los hombres pueden ser liberados de la oscuridad y pueden llegar a la esfera de luz.
1. Detrás de cada cosa que pudiera conocerse o imaginarse, estaba un dios supremo, un espíritu divino. Ese dios era una esencia completamente espiritual e incorpórea. Algunos gnósticos enseñaban que su dios no tenía esencia ni persona. Aplicaban al concepto términos como αβυσσος abussos, "abismo", y βυθος buthos, "profundidad".
2. Procedentes de ese dios supremo, decían, se habían originado a través de incontables siglos una sucesión de emanaciones llamadas αιωνας aiônas, eones, que eran expresiones del principio originador y servían para hacerlo menos incomprensible. Tomadas en conjunto, esas emanaciones que habían surgido eran llamadas πληρωμα plêrôma, "plenitud".
3. Todo esto, a lo que la esencia divina estaba dando expresión, contenía en perfección el principio divino de luz. Pero también había un principio de oscuridad que luchaba con la luz procurando hallar un lugar en el universo de luz y esperando vencerlo finalmente. Si tal cosa hubiera de suceder, sería un inimaginable eclipse de todas las cosas. Finalmente, uno de los eones cayó del πληρωμα plêrôma.
4. Como consecuencia de esa difícil situación, resultó la creación de la materia de la mezcla del eón caído con el mundo inferior de oscuridad. La materia era amorfa, disforme, caótica, impregnada de oscuridad y, por lo tanto, mala. El demiurgo una fuerza cósmica casi inconsciente identificado por algunos gnósticos con el Jehová del Antiguo Testamento, dio forma a esa mala materia, y resultó el mundo material. El mundo, pues, siendo material, era esencialmente malo y estaba regido por una fuerza más o menos mecánica.
5. La caída del eón [αιωνα aiôna] y la formación de un mundo malo necesitaban un acto de salvación. Esto fue emprendido por otro eón [αιωνα aiôna], identificado como Cristo. El descendió al nivel del mundo imperfecto, se unió transitoriamente con el hombre Jesús, quizá en ocasión de su bautismo, y permaneció con él hasta poco antes de su muerte. El eón-Cristo cumplió la obra de la salvación rescatando al eón caído, extrayendo la luz de la oscuridad de este mundo y revelando mediante Jesús un conocimiento oculto (gnosis), mediante el cual los hombres pueden ser liberados de la oscuridad y pueden llegar a la esfera de luz.