Lo que se sabe del gnosticismo proviene principalmente de los primeros escritores cristianos, que le eran hostiles.
Hombres como Ireneo, Tertuliano, Hipólito y Orígenes escribieron contra el gnosticismo porque reconocían que sus enseñanzas eran peligrosas para el cristianismo; sin embargo, entre los Rollos del Mar Muerto se han encontrado documentos que algunos eruditos piensan que contienen pruebas de una tendencia gnóstica judaica antigua.
Un descubrimiento más directo que se refiere al gnosticismo fue hecho en Chenoboscion, Egipto, en 1946, donde se descubrió una biblioteca de obras gnósticas de casi 1.000 páginas de papiros.
Esta extensa colección ha permitido aumentar el conocimiento que se tiene del gnosticismo.
En realidad no hubo una secta gnóstica, sino tendencias al gnosticismo presididas por líderes que a veces tuvieron pocos seguidores, y en otras ocasiones muchos.
El gnosticismo no fue tanto un movimiento como un modo de pensar. No tuvo una organización que abarcara todo el movimiento, y en sus adeptos no hubo la conciencia de que podían formar una unidad.
Es evidente que llegó a ser un problema para los líderes del cristianismo en los últimos años de la era apostólica, y hubo que hacerle frente hasta los últimos años del siglo III.
Hombres como Ireneo, Tertuliano, Hipólito y Orígenes escribieron contra el gnosticismo porque reconocían que sus enseñanzas eran peligrosas para el cristianismo; sin embargo, entre los Rollos del Mar Muerto se han encontrado documentos que algunos eruditos piensan que contienen pruebas de una tendencia gnóstica judaica antigua.
Un descubrimiento más directo que se refiere al gnosticismo fue hecho en Chenoboscion, Egipto, en 1946, donde se descubrió una biblioteca de obras gnósticas de casi 1.000 páginas de papiros.
Esta extensa colección ha permitido aumentar el conocimiento que se tiene del gnosticismo.
En realidad no hubo una secta gnóstica, sino tendencias al gnosticismo presididas por líderes que a veces tuvieron pocos seguidores, y en otras ocasiones muchos.
El gnosticismo no fue tanto un movimiento como un modo de pensar. No tuvo una organización que abarcara todo el movimiento, y en sus adeptos no hubo la conciencia de que podían formar una unidad.
Es evidente que llegó a ser un problema para los líderes del cristianismo en los últimos años de la era apostólica, y hubo que hacerle frente hasta los últimos años del siglo III.