Pablo escribe a los gálatas advirtiéndoles en contra de la observancia de ciertos días. "Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años"(Gál. 4:10), les dice con tristeza. No especifica si se trata de ceremonias paganas o días de fiesta judíos.
Sin embargo, no hay duda de que, al hablar en Colosenses de la observancia de días especiales, habla de las fiestas conocidas y observadas por los judíos. "Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo. " (cap. 2:16-17).
Si bien este pasaje es interpretado en diversas formas (lo estudiaremos más detenidamente en otra oportunidad), es claro que aquí Pablo reafirma la gloriosa libertad del cristiano que no necesita preocuparse más por los reglamentos rituales que controlaban la manera como los judíos vivían y celebraban las fiestas religiosas.
Pero, a pesar de referirse a estas fiestas como sombras, el Nuevo Testamento deja en claro que los primeros cristianos no habían dejado totalmente de lado la celebración de las fiestas anuales. Las solemnes fiestas judías aparecen como fechas clave en el calendario de los cristianos.
También es evidente que, hasta cierto punto, seguían celebrando esos sábados (o "días de reposo") anuales.
Por ejemplo, Pablo escribió a los corintios "estaré en Efeso hasta Pentecostés" (1 Cor. 16:8). Asimismo al apóstol no le pareció bien detenerse en Efeso al concluir su tercer viaje misionero, pues creyó que debía apresurarse para llegar a Jerusalén, a fin de estar allí en el día de Pentecostés (Hech. 20:16).
El dejar de lado las fiestas anuales la pascua, Pentecostés y los tabernáculos parece haber sido difícil para quienes estaban acostumbrados a festejar con todos sus hermanos judíos esas grandes ocasiones.