No se sabe con claridad cuan amplia fue la representación de las diversas iglesias reunidas en Jerusalén para este concilio.
Pablo y Bernabé fueron delegados de Antioquía, y también representaban los intereses de las iglesias que acababan de surgir en las provincias distantes que habían visitado. Los ancianos mencionados (Hech. 15:6) quizá representaron a varias iglesias de Palestina.
El debate fue completo y exhaustivo, y quizá acalorado.
El debate fue completo y exhaustivo, y quizá acalorado.
Había miembros de la hermandad cristianas que simpatizaban con las ideas de los fariseos, e insistían que era "necesario" circuncidar a los gentiles convertidos "y mandarles que" guardaran "la ley de Moisés" (Hech. 15:5).
Después de que el debate hubo continuado durante algún tiempo, Pedro habló, y sus palabras tuvieron buen efecto. Recordó el caso de la visión que había tenido antes de ir a enseñar a Cornelio, el centurión de la compañía italiana. Recordó además, que el Espíritu Santo había descendido sobre Cornelio y su casa aun antes de que recibiera el rito bautismal.
Pedro sabía que Dios "ninguna diferencia hizo entre" judios y gentiles, "purificando por la fe sus corazones" (vers. 8-9). "Ahora, pues", interrogo Pedro, "¿porqué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos" (vers. 10-11).
Entonces Bernabé y Pablo presentaron un informe completo de la obra que habían hecho en su reciente viaje, y describieron los milagros que Dios les había dado el poder de hacer.
Entonces Bernabé y Pablo presentaron un informe completo de la obra que habían hecho en su reciente viaje, y describieron los milagros que Dios les había dado el poder de hacer.
Tuvo que haber sido une presentación convincente, pues el concilio se halló entonces listo para tomar una decisión.