Hasta que se menciona una "contienda" en Hech. 15:1-2, no tenemos información de que hubiera surgido problemas en Antioquía cuando algunos griegos paganos fueron llevados a la iglesia por los misioneros procedentes de Chipre y Cirene.
Pero cuando Pablo y Bernabé emprendieron sus extensos viajes misioneros, adquirió mucha importancia la cuestión del trato de los gentiles que se hicieran cristianos.
Bernabé y Pablo bautizaron paganos, convirtiéndolos así en miembros de la iglesia cristiana.
¿Debían someterse esos paganos a la antigua señal de la circuncisión, señal de lealtad al pacto de los hebreos con Dios, que venía desde Abrahán "el padre de los fieles"?
¿Debían acudir a Jerusalén para observar las tres principales fiestas, a las que se exigía que todos los judíos varones asistieran? (Exo. 23:14-17.)
¿Debían ofrecer los sacrificios para expresar su fe en la salvación?
Pablo y Bernabé creían que la respuesta a estas preguntas eran un NO definitivo y enfático; pero algunos cristianos palestinos de origen judío creían con la misma certidumbre que la respuesta debía ser SÍ.
Este fue el antecedente y la ocasión para el concilio de Jerusalén registrado en Hech. 15.