EL DIOS QUE YO CONOZCO

En el juicio final,

los hombres no serán condenados porque creyeron concienzudamente una mentira, sino porque no creyeron la verdad, porque descuidaron la oportunidad de aprender la verdad. No obstante los sofismas con que Satanás trata de establecer lo contrario, siempre es desastroso desobedecer a Dios. Debemos aplicar nuestros corazones a buscar la verdad. Todas las lecciones que Dios mandó registrar en su Palabra son para nuestra advertencia e instrucción. Fueron escritas para salvarnos del engaño. El descuidarlas nos traerá la ruina. Podemos estar seguros de que todo lo que contradiga la Palabra de Dios procede de Satanás.

8.12. CAUSAS DEL ENSALZAMIENTO DE LOS OBISPOS - IV

6. La Declinación de los pneumatikoi.

Hubo una causa negativa para el aumento de poder de los principales dirigentes de la iglesia: la disminución en la eficacia e influencia para el bien de los pneumatikoi, los hombres de los dones espirituales.
No se puede determinar ahora si la declinación se produjo más por un deterioro provocado dentro del grupo o debido a la presión de parte de agresivos dirigentes de iglesia, que pudieron sentir que sus funciones ejecutivas eran interferidas por hombres que atribuían el origen de sus facultades y dones al mismo Espíritu Santo.
Sin duda ambos factores cooperaron para producir la declinación.

Se ha sugerido que esta decadencia de los hombres de los dones ya había comenzado cuando se escribió la Didachê.
En ese documento se advierte a los creyentes lo que deben hacer si "el que enseña se pervirtió y enseñare otra doctrina". "Todo apóstol que llegue a vosotros ha de ser recibido como el Señor. Pero no se quedará por más de un día o dos, si hace falta; quedándose tres días, es un falso profeta. Al partir, el apóstol no aceptará nada sino pan para sustentarse hasta llegar a otro hospedaje. Si pidiere dinero, es un falso profeta... Pero no cualquiera que habla en espíritu
es profeta, sino sólo cuando tenga las costumbres del Señor... Pero todo profeta que enseña la verdad, y no hace lo que enseña, es un profeta falso... Mas quien dijere en espíritu: Dadme dinero, u otra cosa semejante, no lo escuchéis" (Didachê 11).
Es difícil suponer que se hubieran pronunciado tales advertencias sin que hubiera una causa: el deterioro de los que decían tener los dones del Espíritu.

La misma situación se revela en un escrito de ficción, producido quizá en Roma por Hermas, conocido como hermano de Pío, dirigente de la iglesia de Roma a mediados del siglo II.
Esa obra, llamada El pastor, contiene las supuestas visiones y admoniciones de uno que aseguraba que tenía el don profético. Fue muy apreciada por los cristianos de los siglos III y IV. Hubo quienes insistieron mucho para que se la incluyera en el canon del Nuevo Testamento.

Pero mientras Hermas afirmaba que era profeta de Dios, no vacilaba en señalar la falsedad de algunos que en sus días pretendían tener dones espirituales.
Por ejemplo: "Aquel que está sentado en la cátedra es un seudoprofeta, que destruye el entendimiento de los siervos de Dios... Y aquel seudoprofeta, no teniendo en sí poder alguno del espíritu divino, les habla sobre sus preguntas (y conforme a los deseos de su maldad de ellos), y llena sus almas como ellos mismos lo quieren... Porque el que así consulta al seudoprofeta sobre un negocio cualquiera, es un idólatra, vacío de la verdad e insensato" (El pastor de Hermas, Precepto undécimo). Después sigue un análisis de las cualidades de un verdadero profeta y una comparación con las características del falso profeta.

En otro lugar habla de "doctores difíciles, tercos y complacidos en sí mismos, dándose aires de saberlo todo, cuando en realidad nada saben a fondo. Por esta su terquedad, pues, la inteligencia ha huido de ellos, y ha entrado en ellos una tonta insensatez. Pero ellos se ensalzan a sí mismos como personas entendidas, y siendo necios, pretenden aparecer como doctores" (Id., Semejanza 9.22).

En contraste habla de los verdaderos profetas. "Los apóstoles y doctores que predicaron en todo el mundo, y con piedad y pureza enseñaron la palabra del Señor, sin apartarse jamás de ella a causa de malas codicias, sino que siempre procedieron por la justicia y verdad, así como habían recibido al Espíritu Santo. Estos tales, pues, tienen su lugar junto con los ángeles" (Id., Semejanza 25.2).

Más adelante describe a los "obispos y personas hospitalarias que siempre, con placer y sin falsedad acogieron a los siervos de Dios en sus casas". Estos son los obispos que "ampararon en todo tiempo y constantemente con su ministerio a los menesterosos y a las viudas y llevaron siempre una conducta pura. Afirma que "todos estos, pues, estarán siempre amparados por el Señor" (Id., Semejanza 27.2).

Teniendo en cuenta las pruebas presentadas, debe entenderse el siglo II como el tiempo cuando la eficacia y la influencia de los varones de los dones espirituales fueron declinando permanentemente, debido a abusos entre ellos y al poder y a la influencia crecientes de los dirigentes elegidos, especialmente del anciano principal o presidente.
Esta función de supervisor se fue destacando de tal manera, que el obispo se convirtió en una clase diferente de dignatario eclesiástico.
El pastor de Hermas debe entenderse como un esfuerzo de parte de alguien en la iglesia para establecer de nuevo la autoridad del don de profetizar; pero el esfuerzo fue vano.

Con el eclipse de los dones espirituales y con la ocupación de toda la autoridad eclesiástica por los dirigentes regulares, se produjo una declinación del vigor espiritual y de la pureza doctrinal de la iglesia primitiva.

Hubo otra reacción contra la declinación de los pneumatikoi, la cual estuvo constituida por el movimiento llamado montañismo. Pero los montañistas se fueron a los extremos, y cayeron bajo la condenación de la iglesia. Por eso su influencia fue dañina para la causa de los hombres de los dones espirituales, y más bien apresuró su deterioro.