Cuando los discípulos contemplaban su ascensión, su sentimiento de pesar por la separación debe haber sido muy diferente del dolor y de la frustración que experimentaron frente a la cruz. Ahora sabían, debido a la resurrección, que Jesús tenía el poder de la vida. Ahora entendían por las instrucciones de Jesús, lo que había significado su muerte (Luc. 24: 25-27). Se les había prometido un poder que se manifestaría mediante el Espíritu por el mismo Padre celestial.
LA PROMESA DEL SEGUNDO ADVENIMIENTO
Otra seguridad más les fue dada cuando Jesús desapareció de su vista. "Este mismo Jesús - dijeron los ángeles que estaban en el sitio desde donde Jesús había ascendido -, vendrá como le habéis visto ir al cielo" (Hech. 1:11).
Con esta triple promesa bien definida, los discípulos podían abrigar una firme esperanza para el futuro:
1. Jesús vendría otra vez;
2. el que vendría otra vez sería el mismísimo Jesús, Aquel a quien habían conocido y amado en la tierra;
3. vendría como le habían visto irse al cielo: en forma visible para todos, no en secreto o de tal forma que diera lugar a la incertidumbre. Todo esto fue una renovación categórica y tranquilizadora de lo que el mismo Jesús les había dicho pocos días antes de la crucifixión (Mat. 24: 27).