La creencia en los méritos de las obras y en el poder milagroso de las reliquias fue cínicamente respaldada y fomentada por la iglesia.
Casi cada príncipe y con seguridad cada iglesia, tenían reliquias que eran una importante fuente de ingresos.
La "religión de las reliquias" predominaba en los días de Lutero.
Federico el Sabio, elector de Sajonia, príncipe y amigo de Lutero, era un celoso coleccionista de reliquias. En 1509 tenía 5.005 objetos en su colección, y en 1520 había aumentado hasta el punto de incluir 19.013 "huesos sagrados".
Los que contemplaban las reliquias en el Día de Todos los Santos (l.º de noviembre) y entregaban la contribución estipulada, podían recibir indulgencias papales para la reducción del tiempo de castigo en el purgatorio para sí mismos o para otros, hasta un total de 1.902.202 años y 270 días.
Lutero exclamó con sumo desprecio en una ocasión:
"¡Qué de mentiras hay en cuanto a las reliquias! Uno pretende tener una pluma del ala del ángel Gabriel, y el obispo de Mainz tiene una llama de la zarza ardiente de Moisés. ¿Y cómo es que hay dieciocho apóstoles sepultados en Alemania cuando Cristo sólo tuvo doce?" (Rolando H. Bainton, Here I Stand, p. 296).
Frente a la iglesia de San Juan de Letrán, en Roma, está la Scala Sancta, con los 28 escalones que se suponía que habían estado frente al palacio de Pilato.
El que ascendía esos escalones sobre sus rodillas, repitiendo un Padrenuestro en cada uno, se creía que conseguía la liberación de un alma del purgatorio.