Otra característica significativa de este período fue un gran aumento de la riqueza, lo que se debió en parte al descubrimiento de oro en los continentes recién descubiertos y, en parte, debido a mejores métodos comerciales; sin embargo, esa riqueza en gran medida estaba a disposición de unos pocos príncipes y la mayor parte de las tierras estaban en poder de la iglesia.
En Alemania, por ejemplo, la Iglesia poseía casi la mitad de la tierra; la situación era similar en Francia.
Los siervos y los campesinos que trabajaban los campos estaban ligados a éstos y no tenían libertad.
Les estaba prohibido pescar o cazar en la tierra donde trabajaban, y podía castigar hasta con pena de muerte derribar un árbol en esa propiedad.
La gente de los días del Renacimiento generalmente sufría de hambre y de frío. La gran mayoría no podía vivir con sus míseros ingresos.
Martín Lutero se refirió a esas deplorables condiciones económicas en su tratado de 1520, dirigido a la nobleza cristiana de la nación alemana. Indicaba que los tiempos habían cambiado y que los pobres no podían ser oprimidos por más tiempo. Los campesinos entendieron que eso significaba que Lutero de allí en adelante sería su portavoz y defensor.