EL DIOS QUE YO CONOZCO

En el juicio final,

los hombres no serán condenados porque creyeron concienzudamente una mentira, sino porque no creyeron la verdad, porque descuidaron la oportunidad de aprender la verdad. No obstante los sofismas con que Satanás trata de establecer lo contrario, siempre es desastroso desobedecer a Dios. Debemos aplicar nuestros corazones a buscar la verdad. Todas las lecciones que Dios mandó registrar en su Palabra son para nuestra advertencia e instrucción. Fueron escritas para salvarnos del engaño. El descuidarlas nos traerá la ruina. Podemos estar seguros de que todo lo que contradiga la Palabra de Dios procede de Satanás.

8.05. El episcopado monárquico de Ignacio

Ignacio de Antioquía murió mártir en 116 d. C., durante la persecución desatada por el emperador Trajano.

La información que tenemos en cuanto a él proviene de materiales biográficos contenidos en la tradición martirológica de la iglesia, escrita cientos de años después de su muerte. También hay epístolas atribuidas a Ignacio, como si las hubiera escrito mientras era llevado preso a Roma, pero su autenticidad es muy dudosa.

Philip Schaff, historiador eclesiástico, dice de esas epístolas: "Estos antiquísimos documentos de la jerarquía pronto llegaron a estar tan interpolados, cercenados y mutilados mediante fraudes piadosos, que hoy día es casi imposible distinguir con certeza al Ignacio genuino de la historia del Ignacio exagerado y falseado de la tradición" (History of the Christian Church, t. II, p. 660).

En las Actas del martirio de San Ignacio ¹ y en las cartas de este padre apostólico se habla de los obispos como autoridades eclesiásticas dignas del mayor respeto.

En las diversas epístolas aparecen frases como las siguientes:
"Os conviene concurrir en el parecer del obispo; como ya lo hacéis. Porque vuestro renombrado presbiterio, digno de Dios, tanto armoniza con su obispo como las cuerdas de una cítara" (A los efesios 4). "Por lo tanto, es evidente que debemos mirar al obispo como al mismo Señor" (Id. 6).

"Os exhorto a hacerlo todo con tesón e inteligencia con Dios, bajo la presidencia del obispo en lugar de Dios, de los presbíteros en lugar del consejo de los apóstoles, y de los diáconos, mis delicias, encargados del servicio de Jesucristo" (A los magnesios 6). "Subordinados al obispo, y los unos a los otros, como Jesucristo al Padre" (Id. 13).

"Porque cuando estáis subordinados al obispo como a Jesucristo, me parecéis vivir no a modo humano, sino según Jesucristo" (A los trallanos 2). "Igualmente respetan todos a los diáconos como el mandamiento de Jesucristo, Hijo del Padre, y a los presbíteros como a senado de Dios y concilio de los apóstoles" (Id. 3).

¡Nadie puede hacer nada de cuanto atañe a la Iglesia sin la autoridad del obispo!" (A los esmirnenses 8). "Quien hace algo sin el conocimiento del obispo, sirve al diablo" (Id. 9).

(Las citas están tomadas de Sigfrido Huber, Los padres apostólicos [Buenos Aires: Desclée de Brouwer, 1949], pp. 180- 226.)

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¹ Según Huber, así se llama el libro que describe el martirio de San Ignacio.